Con la conformación de redes sociales a través de Internet se ha abierto una gran cantidad de espacios de comunicación, información y opinión para diferentes públicos, grupos y organizaciones que ven en estos escenarios el mejor lugar para difundir sus ideas y captar adeptos.
Hoy, redes como Facebook, la más grandes de todas, tiene más de 600 millones usuarios, quienes han originado un proceso comunicativo que llama la atención por su inmediatez para generar un proceso de integración social.
A la par de este fenómeno se viene desarrollando un canal de comunicación alternativa que, a pesar de las restricciones propias de la red, no requiere un conocimiento de carácter práctico-moral o valorativo, necesario para establecer reglas de comportamiento estratégico orientado a proponer estructuras de integración social.
El canal de comunicación alternativa, en el que se desarrollan las redes sociales, obedece a una lógica evolutiva simple, donde sólo es cuestión de “sumar” adeptos o “amigos” de tipo universalista, pero sin una perspectiva clara hacia la generación de espacios propositivos. Obviamente, hay excepciones, pero son escasas.
Tal vez se está dejando de lado el objetivo de la comunicación alternativa como espacio contestatario ante los medios de comunicación masiva y como vía que permita satisfacer las necesidades de comunicación de las comunidades.
Algunas de las cifras de Facebook revelan que en 2010 alcanzó los 600 millones de usuarios y que a diario cerca del 50% inicia una sesión, y que en promedio un usuario tiene 130 amigos.
Si bien es cierto que el número seguirá creciendo y que en las redes sociales se encuentran esporádicos movimientos ciberactivistas, el potencial del nuevo entorno digital debe obligar a reconsiderar el uso de la red como un verdadero medio de comunicación alternativa, a partir de comprender la revolución tecnológica de estos días y las posibilidades de transformación social que se pueden generar en ámbitos de organización, participación y cultura ciudadana, entre otros.
Hoy, redes como Facebook, la más grandes de todas, tiene más de 600 millones usuarios, quienes han originado un proceso comunicativo que llama la atención por su inmediatez para generar un proceso de integración social.
A la par de este fenómeno se viene desarrollando un canal de comunicación alternativa que, a pesar de las restricciones propias de la red, no requiere un conocimiento de carácter práctico-moral o valorativo, necesario para establecer reglas de comportamiento estratégico orientado a proponer estructuras de integración social.
El canal de comunicación alternativa, en el que se desarrollan las redes sociales, obedece a una lógica evolutiva simple, donde sólo es cuestión de “sumar” adeptos o “amigos” de tipo universalista, pero sin una perspectiva clara hacia la generación de espacios propositivos. Obviamente, hay excepciones, pero son escasas.Tal vez se está dejando de lado el objetivo de la comunicación alternativa como espacio contestatario ante los medios de comunicación masiva y como vía que permita satisfacer las necesidades de comunicación de las comunidades.
Algunas de las cifras de Facebook revelan que en 2010 alcanzó los 600 millones de usuarios y que a diario cerca del 50% inicia una sesión, y que en promedio un usuario tiene 130 amigos.
Si bien es cierto que el número seguirá creciendo y que en las redes sociales se encuentran esporádicos movimientos ciberactivistas, el potencial del nuevo entorno digital debe obligar a reconsiderar el uso de la red como un verdadero medio de comunicación alternativa, a partir de comprender la revolución tecnológica de estos días y las posibilidades de transformación social que se pueden generar en ámbitos de organización, participación y cultura ciudadana, entre otros.
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